“Mi vida como hija”, por Miryam Pirsch
Vida de Horacio, de Mercedes Halfon. Buenos Aires, Entropía, 2023, 170 páginas.
Semanas atrás en este mismo espacio, Adriana Mancini nos refirió a las “ficciones del yo” a la hora de leer y comentar Una lectora de provincia, de María Teresa Andruetto, reseña que recomiendo leer a quienes ahora se ocupan de esta nueva lectura a mi cargo.
¿Cuántas formas posibles hay cuando se decide escribir sobre sí mismx? Mancini menciona “la metamorfosis, acontecida entre el sujeto que escribe (el autor, una entidad personal e inequívoca) y la sucesión de signos que desdibujan los contornos de la representación sugerida”… o en mis palabras: cómo escribir la autobiografía escribiendo sobre otro. ¿Qué infinitas formas puede tomar esa metamorfosis?
Decir que Mercedes Halfon es periodista cultural, crítica teatral, poeta, documentalista, curadora teatral y narradora da cuenta de una voz versátil, capaz de transitar diversidad de formatos y de constituir variados registros de escritura. Si nos ceñimos a su narrativa, sus novelas El trabajo de los ojos y Diario pinchado transitan géneros propios de las “ficciones del yo”, como son la autobiografía (ocular) y el diario (de viaje), ambas organizadas alrededor de la mirada (estrábica una, extranjera la otra). En Vida de Horacio, en cambio, la memoria se organiza a partir de la escucha, de las grabaciones de los testimonios de Horacio, su padre octogenario. Estas grabaciones y su aleatorio inicio abren el relato de Halfon, con un incierto por qué que hará que este ejercicio se interrumpa hasta que parezca encontrar el motivo profundo para escribir la vida de Horacio Halfon: guardar su voz es una forma de reconstruir la memoria familiar, recuperar la infancia y adolescencia de la autora, encuadrar su vida y la de su hijo dentro de una herencia, profundizar en cómo lo familiar también ha sido una experiencia política. Escribir la vida de Horacio es una forma de decir “yo” en tercera persona, revivir la propia infancia, adolescencia, adultez e ir elaborando un duelo anticipado, de hecho cuando la autora evoca la historia de este proyecto en la primera página, explica en una frase seca y que constituye un párrafo en sí misma: “Dejé de escribir para alargarle la vida a mi padre” (9).
| Escribir la vida de Horacio es una forma de decir “yo” en tercera persona e ir elaborando un duelo |
Montado entre la novela y el ensayo autobiográfico, Halfon define el suyo como un “relato de hija” (164) que repasa su vida hacia atrás pero también la proyecta hacia adelante en su propio hijo, en la comparación y evolución de la caligrafía de los tres; en la mesa escritorio que comparten generación tras generación; en la docencia, esa herencia que Mercedes continúa como una carga, una suerte de legado de su papá y su mamá y de la que no pudo escapar a pesar del pánico que a veces le produce.
“Mi padre tiene una doble vida. De día, con traje y guardapolvo blanco, es director de escuela. Y de noche, vestido como un maleante, pega por el barrio carteles en los que promociona esa misma escuela. No habla de esos afiches con nadie. Solo lo sabemos sus hijos y su esposa” (13): de día maestro, de noche militante. A medida que se desarrolle el relato, sabremos que no se trató de una doble vida sino de una militancia que desarrolló a lo largo de toda su vida. A partir de esta descripción, el derrotero político de Horacio será uno de los ejes organizadores de su memoria: su trayecto del socialismo al peronismo, su rol como delegado de un sindicato docente gorila, su participación en acontecimientos clave de la historia argentina del siglo XX, su cesantía y el dolor de la delación durante la dictadura, el refugio en las escuelas privadas, la reincorporación a sus cargos a partir del regreso de la democracia.
Yo… él, Mercedes, Horacio: o cómo entrecruzar lo familiar con lo colectivo.
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