“FILOSOFEMAS DE LA CRISIS (6)”, por Jimena Néspolo

  


Las ranas y el acontecimiento

 

¿Y qué tal si de un día para otro empezaran a llover ranas? Puestos a hipotetizar dislates, bien podría suceder que en medio de una marcha anticuarentena ese maldito virus transmitido en banda 5G nos castigara con un diluvio de batracios. O mejor: ¿qué tal si en medio del desconcierto y la idiotez generalizada, un coro de ranas se erigiera como único testigo del duelo entre dos ilustres poetas? ¿Qué debería imantar nuestra atención en esa hipotética obra: el coro de ranas o el insuflado verso de los popes? Las ranas de Aristófanes plantea un dilema nada menor a la hora de emprender el ejercicio crítico: encaminarse en la crítica cultural y/o ir tras la figura de autor. Aunque sería Aristóteles y su Poética quien primero cavilara sistemáticamente sobre el tema, el nacimiento de la crítica –señala Walter Romero en su exhaustivo e iluminador estudio La poética teatral de Alain Badiou. De Ranas de Aristófanes a Citrouilles (2018)– sucede en ciernes en esa obra de teatro de Aristófanes que Badiou reescribe hacia mediados de 1990: Esquilo y Eurípides enfrentados ante la necesidad evaluar cuál de sus “versos” pesa más a fin de distinguir al Gran Poeta de Estado[1].

Se sabe: no sólo el teatro es una cuestión de Estado, sino que el Estado es su más natural decorado al ordenar el campo de visibilidad donde pueda emerger lo posible y lo pensable. El teatro produce ideas en la eficaz articulación de sus componentes; pero el teatro no es ni el texto escrito ni tampoco la mera realización de una idealidad, es más bien, el acontecimiento material que la completa. De acuerdo a los postulados de Badiou, el teatro pone en escena una idea que sólo prueba su validez en el momento de la representación. Su concepción del hecho teatral ya releva, por tanto, el protagonismo del concepto de “acontecimiento”, acaso uno de los mayores aportes de su sistema filosófico.

La pregunta, de fondo, que una y otra vez nos convoca es si lo que estamos viviendo en la comunidad global, más allá de las diferencias de los gobiernos en los modos de gestionar la pandemia con mayor o menor presencia del Estado, reviste el carácter de un verdadero acontecimiento en la historia de la humanidad o es parte de un exceso teatral –diríamos– del “Estado de excepción”. Desde el mismo pensamiento de Badiou, la pregunta parecería irrelevante, puesto que incluso el hecho teatral de los Estados puestos a extender los alcances de sus políticas policíacas hacia un “fascismo oscurantista” –como el mismo filósofo apuntó recientemente– constituiría ya de por sí un acontecimiento. Lo curioso, no obstante, es que el mismo Badiou viene a restarle relevancia a la actual coyuntura, borrando con el codo lo escrito con la mano: “Estas declaraciones perentorias, estos llamados patéticos, estas acusaciones enfáticas son de diferente tipo –alertaba en marzo de 2020–, pero todas tienen en común un curioso desdén por la aterradora simplicidad, y por ausencia de novedad sobre la situación epidémica actual”[2].

Es que la mística revolucionaria de este discípulo de Althusser, que desmenuzó como nadie el devenir bélico y bestial del siglo XX[3], lo impulsó a conjeturar que la emergencia de ese “acontecimiento” singular que desencadenaría un nuevo proceso de construcción de “verdad” (“para que se inicie el proceso de una verdad, hace falta que algo ocurra” –dice en Condiciones[4]) vendría de la mano del movimiento obrero y estudiantil, y no de una bruta peste.   

“Verdad” para Badiou es todo aquello que quiebra o pone en cuestión la estabilidad (o el campo del saber) de una situación. Una verdad es aquello que puede surgir o reaparecer en distintos tiempos y épocas acorde al advenimiento de un acontecimiento. “Las verdades abren brechas en el saber, en el juicio y, finalmente, en la lengua, precisamente porque su modo propio de constitución las hace ocurrir como multiplicidades que en la situación son en efecto indiscernibles, o sea, no responden a una propiedad”[5]. La noción de verdad no será de corte trascendental, sino que surge en situación y relación, y del acontecimiento –esa radical discontinuidad– por el cual una verdad adviene, aparece o se manifiesta. De haber verdades, estas son del orden del acontecimiento y no del ser; Badiou postula como innecesario y “oscuro” buscar esas verdades en lugares trascendentes, dado que “(in)existen de manera inmanente y singular al propio mundo material”. La noción de “acontecimiento” como “suplemento azaroso” de una determinada situación se distinguirá a partir de aquello que logre advenir otra cosa dentro de una trama singularizada e histórica. Si la verdad es la resultante de un acontecimiento es porque ésta se constituye siempre como la verdad de una situación, allí donde el acontecimiento ha tenido lugar. Unido así a la situación de la que surge, el acontecimiento produce de manera estructural un desajuste respecto de la situación en la que apareció.

Pueden distinguirse por tanto cuatro grandes procesos de construcción de verdad, y los cuatro procesos –advertimos nosotros– están hoy intensamente desplegados en situación de pandemia:

1)El “matema”, que produce verdades sobre la realidad objetiva del mundo, es decir, verdades científicas.

2) El poema, que produce apariencias sensibles, que a su vez, producen nuevas apariencias, es decir, verdades artísticas.

3) La política, que produce nuevas figuras sociales, es decir verdades políticas.

4) El amor, que produce nuevas figuras en torno a la relación íntima con los demás, es decir, verdades amorosas.

La filosofía sólo produce verdad en tanto composibilita estas cuatro condiciones en lo que Badiou da en llamar “acontecimiento”, y las cuatro están hoy girando obsesivamente sobre un único tema que imanta la atención del planeta: el SARS-CoV-2.

El acontecimiento de la pandemia no crea, por sí mismo una realidad, sino que más bien crea una posibilidad: muestra que hay una posibilidad que antes se ignoraba o se desconocía. El desesperado grito de absurdas consignas, atizadas desde los medios concentrados (“¡No queremos comunismo!”, etc. etc.), muestra que el acontecimiento de la pandemia abre la puerta a una cantidad de opciones que bien pueden ser posibles, a juzgar por la ola de terror que despiertan en los sectores más conservadores. Para Badiou, el acontecimiento, tiene la capacidad de hacer un múltiple de sí mismo y de todos los múltiples de los que participa. Observando los órdenes de la vida que la presencia del Coronavirus viene a transformar, es evidente que la salud, la educación, los modos de relacionarnos y de amar ya, de hecho, han sido extrañados. El SARS-CoV-2 ha logrado que percibamos como anormalidad muchas prácticas que teníamos antes de la existencia del virus: eso sólo ya crea un acontecimiento en sí mismo.

El acontecimiento saca a la luz una relación imposible, excesiva o imprevista, y por eso en su momento de emergencia es indecible. Es el sujeto, en tanto soporte o  sostén de una verdad anclada en una situación histórica localizable, el responsable de desentrañar su sentido. Porque el acontecimiento no tiene la capacidad de producirse a sí mismo; para que haya acontecimiento y no sólo síntoma social, se requiere que haya una “intervención interpretante”, un sujeto agente que sea capaz del acto de lectura de los síntomas de la situación: aquel individuo que estando en situación adviene sujeto al seguir y discernir los signos del acontecimiento.  

En efecto, si el paradigma discursivo, corporal y material distingue el pensamiento moderno, desde que los tres “filósofos de la sospecha” –como los llamó Paul Ricoeur– (Marx, Nietzsche y Freud) desestabilizaron de cuajo la noción de verdad, el proyecto filosófico de Alain Badiou se propone la tarea contraria: asentar el terreno donde abrazar la noción de “verdad” unida de manera indiscernible a la de “acontecimiento”, a partir de una especulación que observa a las matemáticas como la ciencia pura del ser. Es que “las matemáticas son más exactamente el único discurso que sabe absolutamente de qué habla: el ser como tal, aunque ese saber no tenga en modo alguno necesidad de ser reflexionado de manera intramatemática, puesto que el ser no es un objeto, ni prodiga ninguno. Y es también el único, esto es bien conocido, en el que se tiene la garantía integral y el criterio de la verdad de lo que se dice, al punto que esta verdad es la única jamás encontrada que pueda ser integralmente transmisible”[6].

Los partes diarios sobre la pandemia, los números sobre contagiados, recuperados y fallecidos, nos aplastan con la verdad matemática indiscutible que impone el virus –y que Badiou, paradójicamente, parece desconocer–. No obstante, para suerte nuestra y de nuestros contemporáneos, aún podemos escuchar a las ranas cantar, esas “émulas de los cisnes”, “amadas por las musas”, que hacen tintinear cañas y liras en medio de delirantes pantanos. Agucemos el oído pues:

 

Brekekekex, coax, coax; brekekekex, coax, coax. Húmedas hijas de los pantanos, mezclemos nuestro cántico sonoro a los dulces sonidos de las flautas, coax, coax; repitamos los himnos que en honor de Baco Niseo, hijo de Zeus, entonamos en la sagrada fiesta de las ollas, cuando la multitud embriagada se dirige a nuestro templo del pantano. Brekekekex, coax, coax.[7]

 

 

* Ilustraciones de Paula Adamo



[1] “Las condiciones políticas en que Aristófanes escribió la obra y su posterior representación contribuyen a periodizar su aparición y efecto, cuya estela llega hasta nuestros días con una  actualidad flagrante no sólo en la reescritura de Ranas que Badiou emprende en Citrouilles, sino también como pieza que consideramos merecería un lugar más preeminente como antecedente fundacional de la crítica literaria. Ranas –hipotetizamos– es una apuesta precisa por parte de Badiou de restituir la forma comedia en su versión aristofánica en un lugar central de debate en torno no sólo a las relaciones entre teatro y Estado, teatro y público, y, teatro y política, sino también como un modo de releer –y traer a la actualidad– la obra impar y la escritura política y teatral de Aristófanes”. Walter Romero, La poética teatral de Alain Badiou. De Ranas de Aristófanes a Citrouilles. Buenos Aires, Leviatán, 2018, p. 66.  

[2] Badiou, Alain, “Sobre la situación epidémica”, 21/3/2020 en: Sopa de Wuhan, Editorial ASPO, 2020.

[3] Cfr. Badiou, Alan. El siglo. Buenos Aires, Manantial, 2005.

[4] Badiou, Alain. Condiciones. Buenos Aires, Siglo XXI, 2012, p. 180.

[5] Badiou, Alain. “Conferencia sobre El ser y el acontecimiento” en: Acontecimiento n°15, 1998, p. 12. [aularagon.com.ar/biblioteca/libros/Badiou/Conferecia_sobre_el_ser_y_el_acontecimientoymanifiestopolafilosofia.pdf]

[6] Badiou, Alain. El ser y el acontecimiento. Buenos Aires, Manantial, 2007, p. 17.

[7] Ver: Aristófanes, Ranas (edición bilingüe). Edición revisada, con traducción, introducción, notas y apéndices por Pablo Cavallero, Claudia Fernández, Ezequiel Rivas, Diana Frenkel y Maria José Coscolla. Buenos Aires, Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras Universidad de Buenos Aires, 2011, p. 117.

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